Yo no soy madre pero…
Te cuento qué pasa cuando alguien empieza una frase con el temible: Yo no soy madre pero…
Hoy vengo guerrera y dejo el “bienquedismo a un lado” para hablarte de una sensación de hostilidad que me sube por el cuello desde que soy madre. Hoy te cuento qué pasa cuando alguien empieza una frase con el temible:
Yo no soy madre pero…
NO. ES QUE NO HAY NADA QUE VAYAS A DECIR DESPUÉS DE ESE PERO QUE NO TE VAYA A DEJAR EN MAL LUGAR.
A veces dicen:
Yo no soy madre pero… Me lo puedo imaginar.
No. No puedes, de verdad que no.
Es tan absurdo como si yo te dijera: Yo no he subido el Annapurna pero imagino que a 8000 metros de alturas empiezas a sentir una sensación de estrechez en los pulmones porque el aire se vuelve irrespirable.
Sí, me lo puedo imaginar pero esa visión ni se acercará a lo que siente alguien con als botas llenas de barro y el alma agotada.
-Yo no soy madre pero fíjate en esa, yo no lo haría así.
Cariño, esa está en modo supervivencia. Cuando lleves 2 años sin dormir y te enfrentes a las primeras rabietas verás que te conviertes en una persona que estaba agazapada dentro de ti. Un monstruo con ojeras que no reconoces pero lleva tu ADN. Alguien que es capaz de hacer cosas que si te lo cuentan en el embarazo no creerías. Una versión que sale cuando tu paciencia muere, tu cabeza revienta y tu estómago está vacío porque no recuerdas cuando comiste por última vez, dormiste o te duchaste…
-Yo les educaré de otra manera para que no hagan eso.
Ese niño está educado y si juzgas por un micromomento del día en el que ha pasado por 425 estadios diferentes y justo ves algo condenable desde tu perspectiva de adulto: Créeme puedes estar equivocándote fuerte. Te voy a contar algo: ¿Sabes eso del secuestro de la amígdala? ¿Ese momento en el que no puedes pensar porque una emoción fuerte -como la rabia- lo ocupa todo? Pues intenta negociar en un ataque de esos con un niño… verás que por muy bien que lo eduques nada cambia ese momento, solo puedes comértelo con patatas.
-Que niño tan malo. Menos mal que no es mi hijo.
A ver Marisa, los niños no son buenos o malos. (Pero solemos decir que son buenos si tenemos un bebé que es como un señor de 82 años: Duerme mucho y no se despierta con nada, come como un marinero, no monta bulla. Vamos, si no se le nota.)
OJO: IMPORTANTE: Cuando no era madre dicté alguna de estas sentencias por eso tengo tan claro cómo va el juicio.
Pero resulta que los niños son ruidosos, no duermen como nosotros (no duermen mal si se despiertan mucho, duermen bien, los bebés duermen así, con otros ciclos) tocan cosas pringosas y calientes. Cuanto mayor es el peligro más atrayentes le resultan -aquí sí se parecen mucho a los adultos- Hasta que no caen en la tentación no paran, igual que nosotros.
He empezado una lista de diferencias y he acabado nombrando similitudes, las contaré en otra entrada porque da para tema. Es increíble lo que he podido aprender de psicología humana viendo crecer a mi hija, en un par de años me debería convalidar el título de terapeuta.
Porque nunca he sido mejor madre que cuando no era madre. Esto funciona así.
Ahora no se me ocurre juzgar, ni presuponer. Ahora cada vez que alguien dice eso de “Yo no soy madre pero…” le digo que es mejor que se quede en ese pero.
PD: Si esto resuena contigo o has pensado en alguien al leerlo, reenvíaselo. Es un regalo gratis que hacerle a alguien que está viviendo su maternidad así. Algo con lo que decir: Ey, me he acordado de ti. Las madres en nuestra soledad lo agradecemos a unos niveles estratosféricos.